Indommus

Capítulo X

Las noticias vuelan rápido en el continente de Kurayos, y aunque habían pasado apenas 3 meses desde que Grivus y sus hombres visitaron el monasterio de Wíntalan, muchas cosas habían cambiado en muy poco tiempo. Lambert había quedado profundamente herido y consternado tras el asesinato del vicario Adler, a manos de los imperiales que lo visitaron blandiendo una bandera blanca de paz. Tras conversaciones privadas que tuvo con las deidades, y sin encontrar respuesta alguna en ellos, este se llenó de odio y rencor contra estos, por no haber sido advertido de lo que ocurriría; de la misma forma, sintiéndose abandonado y en peligro, comenzó una peligrosa incursión en el continente de Barpulia.

Ya lo había hecho así su antiguo maestro, Quádram, quien había estado a cargo del monasterio de la religión Indommus hace una década atrás, y fue quien creó la Orden Sagrada, una organización militar que buscaría llevar la palabra de la religión a todos lados, por supuesto, utilizando la fuerza la mayoría de las veces. Estos sembraron unos capítulos llenos de sangre y terror en Barpulia, los cuales terminaron con la erupción del volcán Aribbus, causado también por un gran cataclismo que azotó las tierras de dicho continente. Quádram interpretó estas señales como un gran enfado de parte de los dioses, y retiró de forma inmediata a todas las tropas, llevando, desde ese momento, los asuntos de la iglesia como algo más pacífico y sano. Fue, en aquel entonces, que la religión abandonó a Tapeltotec dentro del círculo máximo de adoración, quedando solo Amalam y Umbránicu en ese lugar de máximas deidades.

Cuando los mensajeros llegaron a Lambert, este se enteró de la muerte del Rey Vladik, llenando de alivio su corazón y su cuerpo, creyendo también que, al final, los dioses habían escuchado sus plegarias. Su tranquilidad no duró mucho tiempo en el monasterio, ya que, semanas después, los barcos que envió a Barpulia habían regresado. Será mejor que me corrija, ya que no regresaron todos los barcos que había enviado, sino que regresó uno solo, con apenas un puñado de soldados y tripulantes, que le contaron a este lo que había ocurrido.

Los barpulianos no eran aquella civilización dócil y sumisa que habían encontrado unos 30 años atrás, sino que estaba tenía una ambiciosa guardia local, muy fuerte, numerosa, y avanzada. Fue una enorme sorpresa para estos guerreros que terminaron enfrentándose a ellos, quienes manipulaban armas que nunca habían visto, pequeñas, las cuales funcionaban como versiones en miniatura de los cañones de los barcos, evidentemente utilizando pólvora. Nunca habían visto algo similar, y eso implicó una fuerte ventaja de parte de esta guardia local que se enfrentó a una sedienta legión religiosa que creyó que no encontraría gran resistencia allí. Sin embargo, la gran matanza a estos soldados no fue lo peor, ya que causó un revuelo político y social en la región, haciendo que la mismísima Reina Radamá tuviera que tomar cartas en el asunto para evitar que ocurriera tensiones o acciones lamentables en su reino. Además, Radamá ya había guardado el suficiente rencor contra Kurayos cuando era una niña, y vio a sus padres morir a manos del cataclismo que ocurrió unos 30 años atrás, por lo que sintió las fuerzas para decretar la guerra contra el imperio de Kurayos, especialmente al ver que Vladik había sido asesinado, y notando como la orden sagrada no estaba preparada en lo más mínimo para la batalla.

Los pocos sobrevivientes que lograron regresar a Wíntalan dieron noticia a Lambert de la declaración de guerra, por lo que este había perdido toda la paz que le causó conocer la noticia de Vladik. Llenó de amargura y preocupación, se convirtió en el responsable de una nueva guerra entre reinos que tendría grandes consecuencias para todos.

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