Capítulo VII

Hace ya unos años, vagando estaba, entre la orilla del río, siguiéndolo cuesta abajo, como si fuera por un mero instinto, sin saber realmente porqué lo hacía, pero estaba calmo, relajado, por primera vez -en tanto tiempo- se sentía así, sin las frustraciones de la vida y las responsabilidades, simplemente dejándose llevar por un mero impulso, algo inexplicable pero que le decía que lo hiciera.
El río lo llevó a la zona más densa de los antiguos y abandonados bosques de Iriladia, llena de árboles que eran tan altos que lo sorprendían, y metiéndose allí, comenzó a sentir la energía que emanaba de ese sitio, un sitio que le transmitía paz y sabiduría. Se recostó sobre un árbol y empezó a disfrutar de todo aquello que estaba sintiendo del lugar, quedándose dormido a los pocos minutos.
Mientras dormía, imaginó varias formas y colores en su mente, que lo inspiraron a hacer lo próximo que buscaría realizar tras despertarse. Luego de haber estado varias horas en su letargo, este se dispondría a concretar aquello que había fantaseado.
Tomó a algunos animales que merodeaban por allí y comenzó a unirlos utilizando su magia, en un ritual que liberó una gran carga de energía en la zona, haciendo incluso que uno o dos árboles se cayeran en el proceso debido a la potencia. Sin embargo, algo falló, sentía que le faltaba un elemento para poder completar lo que buscaba, así que se dispuso a seguir caminando, encontrándose luego con algunos cazadores que estaban en el bosque; al verlos, este capturaría a uno utilizando su magia para que se quebrara el suelo y cayera dentro de un pozo.
Con el humano capturado, regresó al sitio donde estaba llevando a cabo el ritual, para reanudarlo. Posterior a horas de esfuerzo colocadas en el experimento, finalmente tendría teniendo éxito. Una criatura nueva había nacido, y Tapeltotec cayó al suelo, completamente exhausto por el esfuerzo que había puesto en realizarlo, habiendo tenido que poner demasiado de sí mismo incluso para concretar este ritual.
La criatura cayó al suelo, ya que estaba levitando mientras Tapeltotec la creaba, y una vez que se disipó cierto humo que se generó en el proceso, se puso ver finalmente la obra de este: Era un hombre, de edad avanzada, pero en lugar de tener piernas humanas, tenía piernas de cabra.
Pasaron unas horas hasta que Tapeltotec pudo despertar de la fatigada que le había dejado haber creado esa criatura, y cuando lo hizo, notó que estaba solo. ¿Había sido todo parte un sueño? ¿Nunca se había despertado del sueño original donde imaginó esos colores y formas? ¿Qué estaba pasando ahora? Tapeltotec se reincorporó y comenzó a merodear por los alrededores, y se percató de los árboles que había derrumbado a causa de su poder, por lo que ya tuvo el indicio de que todo había ocurrido realmente y no estaba soñando. Le llevó alrededor de veinte minutos dar con una orilla de un risco, donde vio a un hombre de espaldas, sentado, con abundante pelo en todo su torso, y al acercarse a este, Tapeltotec se dio cuenta que tenía cuernos en su cabeza, además de las piernas de cabra.
-¿Quién soy, padre? – preguntó el hombre al sentir que Tapeltotec se acercaba.
-¿Sabes que yo soy quien te ha creado? – dijo este, sorprendido.
-Vi que estabas cerca de donde aparecí, así que asumo que sí. Además… siento una conexión… siento algo que recorre mi cuerpo y me permite… crear.
-Tienes un excelente manejo del idioma para ser algo recién creado – acotó Tapeltotec.
-Supongo que tomé eso de ti, al igual que esta energía que siento en mí.
Tapeltotec se encontraba nervioso ante lo inteligente que era esa criatura que había creado, ya que podía expresarse y razonar como una persona muy astuta y desarrollada
Se preguntaba cómo era posible, pero, al mismo tiempo, sabía que no era habilidoso en la creación de criaturas y seres vivos, por lo que quizás le había otorgado características propias de sí mismo a él, entre ellas, esa energía de la cual hablaba, lo cual también daría sentido a porqué se había desmayado posterior a haberlo creado, como un gran sobre esfuerzo que realizó que, además, le habría quitado parte de su propia vida.
-¿Con qué propósito me has creado? – insistió, la criatura.
-Pues… No… No hay ningún propósito realmente.
-¿No? Carezco de sentido en este plano.
-No… Para nada… Yo… Yo te estoy otorgando libre albedrio.
-¿Qué es eso?
-Libertad para que hagas lo que mejor te parezca. Deberás forjar tu propio camino. Puedes empezar por darte un nombre a ti mismo.
-¿Un nombre?… Un nombre… – dijo la criatura, sintiéndose vacía por dentro al percatarse que aún no tenía una identidad propia.
-Bueno, no tiene que ser ahora de forma inmediata, puedes tomarte tu tiempo para hacerlo – observó Tapeltotec, viendo la tristeza en la criatura.
Sintiéndose culpable e incómodo, comenzó a observar a sus alrededores, deseando irse y dejar a la criatura sola, incluso pensando si no era mejor matarla, para terminar con esa obra, ya que no estaba conforme con el resultado. Tampoco esperaba algo especifico, pero había algo que no terminaba de agradarle, y no sabía si era remordimiento, inseguridad ya que había actuado en contra del deseo de Amalam, si era que esperaba una creación más optimista y menos reflexiva, o algo más básico y no tan inteligente y sensible.
Comenzó a alejarse un poco y, en un momento, se volteó para observar a la criatura y allí sintió el impulso para atacarlo, fulminándolo apenas con un ataque, pero de repente, la criatura lo miró y habló.
-Faux… Me llamaré Faux. Y como soy una especie nueva, le pondré nombre también a ella, y será en honor a mí: Los Faunos – dijo, con una sonrisa y cierta avaricia en su rostro.
Tapeltotec lo contempló desconcertado unos instantes, aunque acabó asintiendo con una ligera satisfacción dentro suyo. Probablemente haber visto que empezaba a mostrar arrogancia y orgullo lo dejó más tranquilo, ya que no son rasgos positivos, y eso le dejaba la tranquilidad de que no sería una criatura deprimente que se lamentaría por su existencia, sino todo lo contrario, parecía estar dispuesto a ser el primero de los suyos.
-Muy bien, Faux, el fauno, así te será nombrado y reconocido por todos. Espero que tengas una vida prospera – comentó Tapeltotec, mientras empezaba a alejarse.
Faux lo observó en silencio, aceptando que su creador no le tenia cariño ni tenia deseos de formar parte de su vida. Sintió recelo en un momento, pero lo aceptó rápidamente, sintiéndose bendecido igualmente por haber sido creado.
Los años transcurrieron y Faux se fue experimentando como un criatura más sabia y fuerte, convirtiéndose también en un referente para los animales de los bosques de Iriladia y las llanuras, ya que todos comprendían perfectamente lo que decía. También se podía comunicar con los humanos, pero estos huían despavoridos de este. En algún punto, una turba de granjeros asustados y encolerizados, fueron al bosque para buscarlo y lincharlo, aunque Faux pudo prevenirlo y tenía varios animales consigo que lo ayudaron a repeler el ataque. Todos los animales lo veían como un líder, ya que tenía la habilidad de comunicarse con cualquier animal, sea cual fuera su especie, y también con los humanos, además de que era un defensor férreo del bosque, evitando que los humanos lo talen y atenten contra este.
Sin embargo, el tiempo fue pasando y el avance del Imperio se acabó convirtiendo en un dolor de cabeza para estos animales silvestres, ya que los imperiales tenían importantes cantidades de soldados armados y maquinarias de asedio que arrasaban bosques completos en apenas días, incluso quemándolos, sin ningún tipo de reparo en el daño ambiental que ocasionaban. Faux rápidamente se propuso en la misión de reclutar tantos animales le resultase posible, para poder luchar contra los imperiales y evitar lo máximo posible todo ese daño, aunque la mayor parte de sus esfuerzos siempre eran en vano. Los imperiales lograban repelerlos tarde o temprano, aunque sorprendidos de la actitud de los animales salvajes, creían que había posesiones demoniacas de parte de estos, ya que no eran conductas normales de los animales.