Capítulo 13
En algún punto del camino, el balance fue roto, dejando un gran peligro inminente para todo el mundo. Amalam estaba sintiéndolo, por lo que comenzó a investigar para dar con el origen del problema. Ya se le había vuelto una costumbre, tomando la forma de un ser humano común y corriente, deambulando por la tierra e interactuando con distintas personas de todas las regiones que visitaba, interesado por conocerlos, saber que pensaban, intrigado por estar al tanto -también- de cuál era la imagen que la gente tenía de él y las deidades en general.
Pero, esta vez, no había ido a la tierra buscando interacción, sino que estaba buscando pistas, queriendo dar con la raíz de un problema energético que estaba comenzando a sentir. Tras varias semanas de haber emprendido este viaje, fue cuando dio con Iriladia, internándose en las profundidades del bosque encantado, uno que, otrora era normal, pero, ahora, estaba habitado por varias criaturas mágicas y animales que parecían tener consciencia propia. No le llevó demasiado tiempo dar con Faux y las ninfas, asombrándose por ver esas creaciones, creaciones que, en definitiva, no las había creado él. Enseguida supo que era obra de Tapeltotec, quien estaba desobedeciendo la orden divina de la creación, cuando le prohibió que hiciera cosas así, ya que alteraba el balance que él y Umbránicu habían impuesto.
Regresado ya al cielo, que es el sitio donde habitan las deidades, este buscó a Tapeltotec para confrontarlo y averiguar porqué había hecho eso, y, para ello, también fue con su hermano. Tapeltotec parecía estar ya preparado para el encuentro, porqué estaba armado, cauteloso y medido.
- ¿Has desobedecido la orden celestial sobre la creación? Fui a ese bosque y vi las criaturas que habitan allí. No ha sido obra nuestra.
- Así es – respondió Tapeltotec, esforzándose por mantenerse sereno – he sido yo. He estado experimentando, creando, divirtiéndome, como lo hacían ustedes antes, antes de volverse unos cobardes.
- ¡¿Cómo te atreves a decirnos eso?! – gritó Umbránicu, quien estaba severamente enfurecido por semejante acto de arrogancia y descaro.
- ¡Ustedes me despojaron de mi lugar! ¡¿Acaso creen que yo no estoy al tanto de que ha sido cosa de ustedes que las religiones ya no me recen?! – comenzó a alterarse, con una voz que se quebraba un poco por la situación – pero, está bien, yo no necesito sus rezos como lo necesitan ustedes. Yo me alimento de otra forma, y no he perdido ni un ápice de poder desde que me despojaron de mi sitio. Lo que sí, quiero mi gloria, la quiero de vuelta.
- Estás totalmente loco, estás desvariando – respondió Amalam – nosotros no hicimos nada similar a eso. Tu estás desobedeciendo una orden ahora, y lo admites sin remordimiento ni culpa. Tendrás que pagar las consecuencias.
- Lo único que no puedo comprender es, ¿Qué les hice yo a ustedes, para que me hayan hecho esto a mí? ¿En qué los perjudiqué? ¿Qué mal les he hecho?… Nunca lo voy a entender…
Dicho eso, Tapeltotec comenzó a hiperventilarse, sintiéndose en una situación de peligro, además estar conflictuado por lo que estaba ocurriendo, abrumado, enojado, rencoroso, celoso, empezando a sentir que todos estaban en contra suya y que querían verlo muerto, además de que se sentía odiado, despreciado. Este empezó a gritar, y, fue en ese momento, cuando Amalam intentó acercarse para atacarlo, que un halo de luz -extremadamente blanco y enceguecedor- apareció, rodeando a Tapeltotec y cubriéndolo, como si fuese una especie de campo de fuerza que lo protegía. De un momento al otro, así como esa luz se manifestó, ambos habían desaparecido.
- ¡¿Qué fue eso?! – preguntó Amalam, enojado porqué Tapeltotec se había escapado repentinamente.
- Creo que era el espíritu de la Codicia. La última vez que la vi fue hace más de 3 milenios.
- No puedo creerlo… ¿La Codicia lo acogió?
- Así parece… Temo que nuestra aventura con el pequeño Tapelto está lejos de terminar.
Mientras tanto, cuando los hermanos aún conservaban para intentar entender que habían acabado de atestiguar, en el bosque de Iriladia, Tapeltotec apareció junto a la deidad de la Codicia, quien aún lo cubría, girando a una increíble velocidad alrededor de este. Así estuvo durante 20 minutos, hasta que terminó fusionándose dentro de Tapeltotec, quien tomó un nuevo aspecto, lleno de luz y blanquecino, con una apariencia un poco más humana, esbozando también mucho más poder e inteligencia de la que tenía antes. Ya no era Tapeltotec, ni siquiera la Codicia; ahora es una nueva entidad, algo lleno de odio, ambición y poder…
